martes, 6 de septiembre de 2011

El señor Roures, líder en la sombra.

Al señor Roures -porque hay gente a la que hay que anteponer a su nombre lo de "señor"- el gran público no le conocía hasta hace unos meses. Y es que este productor cinematográfico y empresario audiovisual no da el perfil de villano de los medios de comunicación, ni podríamos considerarlo el Rupert Murdoch patrio. Al futbolero medio, el que se lee el Marca en el bar o en la web e inventa imaginativos motes para los jugadores contrarios mientras ve el partido del sábado, el señor Roures le importaba exactamente una mierda. La empresa que fundó en el 95 y de la que posee el 33%, Mediapro, no era especialmente famosa pese a ser la accionista principal de La Sexta y del diario Público.

Al español de a pie le empezó a sonar con la denominada 2ª guerra del fútbol, conflicto entre la mencionada Mediapro y Audiovisual Sport (propiedad de Sogecable, propiedad a su vez de Prisa) por un cancélame allí unas deudas que hizo que el Marca publicara con expedita emoción “viva el fútbol gratis” –y quédense con esa anécdota, que luego será mencionada-. Cada empresa luchó por sus intereses utilizando a los medios de comunicación de cada bando (La Sexta y Marca por un lado, El País, As y Cadena Ser por otro) para intentar poner de su lado al público y sobre todo intentar vender su plataforma de pago, GolTV de Mediapro y Canal+ de Prisa. La gente recordará el altercado por el hecho de llegar a ver 3 partidos en abierto en una jornada, y en otras no poder ver ni uno solo. Al final se firmó la paz, con concurso de acreedores de Mediapro por medio. Cuanto más se intente entender este conflicto menos se comprenderá, ya que incluso se llegó a negar la existencia de una deuda de 56 millones de euros de Mediapro a Audiovisual Sport. Desconocemos cual será el montante habitual de las operaciones de estos hombrecillos para discutir sobre si se deben 56 kilos como el que le discute a su pareja si le debes 5 euros de las dos cocacolas del sábado pasado.


El caso es que el señor Roures ha decidido entrar por la puerta grande en el mundo de la farándula futbolística, tan huérfana ella de personajes tras la marcha de Gil, Nuñez, Lopera y similares. Roures, consciente de que los derechos del fútbol son un bien envenenado que han arruinado las dos empresas anteriores que los poseyeron, y asustado ante la crisis económica mundial que también ha golpeado al fútbol, decidió buscar “soluciones imaginativas” para maximizar los beneficios, lo que los mortales llamaríamos “inventarse cosas para sacar pasta”. Y aquí es cuando ha empezado a tocar la moral del aficionado al fútbol.
En primer lugar la menos importante pero posiblemente la más ruidosa: Exigirle a las radios un canon por la retransmisión de los partidos de fútbol de la liga de primera y segunda división. En un principio podría considerarse una exigencia legítima, ya que al fin y al cabo las radios se benefician de dichas retransmisiones y es lógico que paguen los derechos como se pagan por otros eventos deportivos. Si bien es cierto que el fútbol también se beneficia de la tremenda cobertura mediática por parte de las radios, no es descabellado considerar la posibilidad de pagar los derechos de unos eventos que ocupan horas y horas de la programación de los fines de semana de la mayoría de las radios generalistas de España. El problema viene cuando la LFP (en realidad Roures) pretende recaudar entre 15 y 20 millones de euros de las radios españolas, con unas tarifas calculadas según la audiencia de cada radio y según el paquete elegido (que puede incluir no solo la retransmisión del partido, también entrevistas en la zona mixta, en el palco o el terreno de juego) la factura sería de más de 3.5 millones de euros para la Cope y la Cadena Ser, y no menos de 2 millones para Onda Cero y RNE. Estos precios han sido impuestos sin ningún tipo de negociación con las cadenas, que además viven un periodo complicado (la Cope intentando salir de un ERE, la Ser sufriendo la crisis de su matriz Prisa) y, en un evento histórico en la historia de los medios de comunicación en España, todas las emisoras decidieron negarse a pagar y retrasmitir los partidos de liga desde las gradas o usando la emisión de televisión. Es un conflicto en el que no parece haber solución a corto plazo y que además ha conseguido crear un frente común de todos las radios (y por lo tanto la mayoría de las televisiones) contra la LFP y Mediapro.

Sin embargo la decisión que más puede afectar al fútbol español fue la de estirar los horarios de los partidos de la liga, llegando a los 9 horarios distintos, de tal modo que 8 partidos se juegan en horario único y solo dos partidos coinciden a la misma hora. Para conseguirlo, se juegan partidos a horarios tan extraños como los sábados a las 4 de la tarde, los domingos a las 12 de la mañana, también los domingos a las 10 de la noche y hasta los lunes a las 9 de la noche. Esto hace que las jornadas duren más de 55 horas y se lleguen a vivir jornadas intensivas de 12 horas seguidas. Además se perjudica claramente al fútbol modesto, ya que ese horario de domingo por la mañana era el elegido habitualmente por los equipos de 2ª B para evitar la coincidencia con el fútbol grande. Los motivos dados por Roures (que es el ideólogo de la decisión, pese a que oficialmente se tomó por parte de la liga) fueron principalmente dos: Por un lado entrar en el mercado asiático, que por estas cosas de los husos horarios requiere que los partidos se jueguen por la mañana o a más tardar a medio día. Es un motivo discutible que dificulta el seguimiento del fútbol por parte del aficionado español para facilitárselo al seguidor asiático, pero que responde a un crecimiento de la economía asiática y a la apertura de un mercado suculento que ya han catado los equipos con sus diversas giras de pretemporada, y en la que ya están entrando ligas como la Premier y el Calcio. Sin embargo todo el plan se viene abajo cuando el partido ofertado en el horario “asiático” no puede competir en interés con los de la premier, el principal competidor. Mientras Roures ha confirmado que Madrid y Barça nunca jugarán en esos horarios intempestivos, es habitual que Arsenal, Manchester United o Chelsea jueguen a las 12:45 o a las 3 de la tarde. Por ejemplo en la jornada del domingo 18 de septiembre a las 13.30 se jugará en Londres un Tottenham Hotspur – Liverpool, mientras que la Liga ofrecerá a las 12 un Getafe-Rayo. Esto ha hecho que la LFP recule en su intención del partido de las 4 de la tarde del sábado, que competiría directamente con la mayoría de los partidos de la liga inglesa. El otro motivo ofrecido por la LFP el facilitar al aficionado el que pueda ver con tranquilidad todos los partidos que desee, sin tener que decidirse entre ver un partido u otro. Vamos, que pretenden que los aficionados compren más de un partido en ppv, o vean tan atractiva la posibilidad de tragarse 12 horas seguidas de liga que consideren el suscribirse a alguna plataforma de pago. Teniendo en cuenta que el precio medio del partido de ppv es de unos 10€ es más que discutible la existencia de nadie en este país dispuesto a gastarse el dinero en más de un partido cada jornada, y tampoco estamos tan obrados de gente sin vida social que pueda plantearse el no salir de casa en todo el domingo. Por lo tanto los dos motivos por los que la LFP ha decidido adoptar este horario es, cuanto menos, discutible.


En realidad estas 2 polémicas decisiones tomadas por la LFP a instancias de Mediapro son solo las dos últimas piedras lanzadas sobre nuestro propio fútbol, que no andaba muy bien de salud tras la gigantesca roca que amenaza con sepultarla que es el reparto de los dineros del derecho de la televisión, tema que será repasado en otro post. Decisiones defendidas por los medios afines, en concreto el Marca desde cuyas páginas se ha defendido el cobro del canon (recuerdan aquello de "viva el fútbol gratis"?. Sin duda todas estas decisiones están generando la impresión de que la LFP ha cedido de manera absoluta ante los intereses de Mediapro en vez de luchar por los intereses del fútbol español, y que los dirigentes de los clubs son incluso más criticables que los de la RFEF, diana tradicional de las críticas desde los medios. Y lo peor es la impresión de que nada va a cambiar, al menos a mejor.